El viaje mas largoEs el viaje hacia el interior.De aquel que ha elegido su destino,Quien ha comenzado su búsquedaDe la fuente de su ser.
Cuando era pibe, quiero decir, más pibe que ahora, y con mis amigos jugábamos en la calle a la escondida, a la pilladita (la mancha, como se la conoce por otros lares) o a cualquier otra cosa, existía la posibilidad de interponer un recurso de amparo que suspendía el juego temporalmente. El mecanismo –sencillísimo– consistía en decir “¡Pido gancho!”. Nada más... y todo quedaba congelado en ese instante, suspendido el juego y suspendidas las consecuencias.
El pido gancho tenía una duración limitada y servía para tomar aire si uno estaba agotado, o para ir al baño o para atender al llamado de la mamá. El abuso del pido gancho era mal visto y en caso de suceder, el que lo pedía terminaba ligando de todos modos lo que le tocara en el juego... el pido gancho perdía su efecto en cada repetición hasta que el repetidor era ignorado o expulsado del juego.
Usado con moderación era sumamente útil y salvador en cientos de ocasiones para todos porque, se sabe, los niños son crueles y cuando están jugando son dos veces crueles. El pido gancho era un salvoconducto absolutamente complementario de la condición de niños. Lástima que de grandes lo perdimos.
Como acá en el blog hago más o menos lo que se me da la gana, habilito el pido gancho.
Mi post anterior a éste está a punto de cumplir dos meses. Para estar tranquilo mientras recupero el aire, pido gancho.
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